domingo, 21 de junio de 2009

UNA COSA HORROROSA


Walter  Zimmerman      Succor, 1994.

Vidrio y técnicas mixtas, 62 x 48 x 60 in.

 

 

 

 

No es naturaleza. Luce artificial y orgánico al mismo tiempo. Sólido, ¿líquido?, viscoso.  Feo, horrible…sucio, obscuro. ¿Qué es?  No es un monstruo, no es un monumento. No es una escultura. No es arte.

 

 

Un objeto antes de convertirse en arte, es “cosa”. 

Luego vienen las palabras:

 

La palabra “arte” es como un verbo: como correr, navegar, mirar, respirar, comer. La palabra “hacer” se define por la acción.  En esa acción se descubren las posibilidades del arte.  No en el objeto fijo, acabado, resultado; sino en lo que sucedió infinitamente antes.  Ese objeto final debe ser la calma del gesto contenido, de los gestos anteriores que llevaron a su realización.[1]

 

La pieza de Walter Zimmerman pareciera crecer de manera monstruosa.  Incorpora el vidrio soplado, pero no hay nada de refinado ni decorativo en estas formas.  Más bien obliga al vidrio, forzando su superficie hasta estrellarse, fisurarse y burbujear.  Usa objetos encontrados, pero trata cada trozo de detrito, con el cuidado y precisión con el que trataría un joyero sus diamantes.  Tal vez es en esta actitud, donde empieza la belleza.

Utiliza también cables y componentes electrónicos, los focos y los ductos sugieren comunicación, pero nada funciona: los dispositivos están bloqueados o rotos y la corriente interrumpida.  En resumen, esta pieza está cargada con metáforas.  El impacto es de vulnerabilidad, pérdida, nostalgia, obsesión y terror y aquí ya hay algo de sublime: decir sin decir, hacer ver en la medida en que se prohíbe ver, evidenciar sin representar, procurar placer dando pena….eso es lo sublime.

A la edad de 10 años Zimmerman fue llevado a un orfanato junto con sus tres hermanos menores.  Eso y su encuentro con el Pittsburgh´s Carnegie Museum marcaron su vida.

            No obstante, lo que hace que el trabajo de Zimmerman vaya más allá de lo meramente personal, es su profundidad y rigor intelectual           así como su atrevimiento en la forma de trabajar el vidrio soplado, que sin duda refleja su habilidad para ir por la vida al borde del precipicio.

            Sherry Chayat nos cuenta, a partir de una entrevista que le hizo, que siempre empieza una pieza de la manera usual, agregando capas de vidrio a la burbuja que se va formando en el extremo del tubo para soplar.[2]  Dice él que el proceso de inicio es muy demandante.  Maneja el vidrio como si fuera un bebé precioso,  y luego empieza el abuso.  Sopla el último pedazo de vidrio, lo toma y lo rueda sobre una cama de basuras- residuos de procesos de raspado, lijado y pulido.  Lo echa caliente a una cubeta de agua, lo que hace que se estrelle en la parte de afuera.  Luego lo vuelve a calentar para que se funda un poco y se formen burbujas en la superficie.  Al irse poniendo más y más opaco y quitársele el brillo, va brotando todo lo que tiene que salir.  “Es un proceso espeluznante, por las variaciones de temperatura en los diferentes puntos de la pieza.  Pero si se rompe, solo la vuelvo a pegar.  Mi trabajo no tiene que ver con la perfección.”[3]

            Hay un paralelismo entre la vida del vidrio y la vida de una persona.  ¿Qué pasa cuando ocurre una desgracia? ¿Qué pasa con las personas que son del color equivocado, de la forma equivocada, de la sexualidad equivocada, de la talla equivocada, del nivel económico equivocado? ¿Qué pasa cuando todas estas cosas afectan este vidrio?

            Succor significa auxilio, ayuda, apoyo en tiempos de dificultad y desolación.  Succor es monstruo y víctima que replica sin fin unas vainas pegadas a tubos de metal y unidos en su otro extremo a lo que sería la tapa de un radiador viejo.  Succor avanza hacia nosotros desde el muro donde cuelga de tres trozos de tubería.  Una vaina forrada de plástico -para evitar que los pedazos acaben de explotar-, añade al conjunto una nota de ansiedad.  “Me siento más íntimo con cosas que están dañadas” dice Zimmerman. 

         Las imperfecciones, las infracciones al gusto, la fealdad, lo retorcido tienen su parte en el efecto de lo aprehensivo. Lo sublime no imita la naturaleza, más bien crea un mundo paralelo.  Por ser informe, oscuro, el sentimiento de lo sublime es indeterminado, éste es un placer mezclado con lo doloroso, un placer que proviene del pesar.

            A veces, una pieza puede iniciar con un objeto encontrado, o por un incidente inesperado. Luego empieza a desenvolverse, a evolucionar. Lo más trivial se quema y se va. Es un proceso indirecto, que cuando se lleva a cabo, resuena en un nivel metafórico.  Estando ante ella, se leen muchos mitos y cuentos de hadas.  Piezas como esta alimentan ese nivel subverbal.  Después de esto, ¿sigue siendo Succo una cosa horrorosa?

 


[1] Orozco, Gabriel, Cuaderno de trabajo II, p. 106, 28 de octubre de 1992, Apuntes sobre Extensión del reflejo.

[2] Harper, Glenn y Moyer, Twylene, A Sculpture Reader: Contemporary Sculpture Since 1980, Internacional Sculpture Center, 2006, China, p. 127.

[3] Ibíd., p.127.

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